Cabaret Mistico

“Me propuse realizar durante una hora y media una terapia colectiva, aplicando el resultado de mis búsquedas teatrales. El actor (en este caso yo) no debía ser una hombre que tratara de interpretar un personaje, sino una persona (convertida en un personaje por su familia, su sociedad y su cultura) tratando de encontrarse a sí misma”.

“Para estas cosas no preparo nada, lo que me salga en el momento. Imagínate que me siento frente a tanta gente y luego, ¿qué digo?, ¿me quedo en blanco?, nooo, son tertulias interesantes, como ésta....”.

“La última vez que estuve en Chile fue en abril. Me ofrecieron estar en Matucana, ¡Matucana! dije, cómo no voy a estar ahí!, llegó mucha gente y como 1000 personas quedaron fuera, lo que me dio mucha pena. Por eso quise volver y por ahí me dijeron que viniera al Caupolicán y ya está”.

“Pretendo convencer a los empresarios que la industria, base material del país, debe superar la terca explotación del otro, para convertirse en una actividad al servicio del desarrollo del ser humano”.

“Sobre la realidad de mi país no me entero mucho sino a partir de los periódicos. Y lo que yo veo es que Chile está teniendo un crecimiento considerable. Pero no puede ser que el 30% de los chilenos se esté haciendo más rico y el 70% más pobre”.

Cabaret Mistico - Hoy 27 de Nov. a las 20Hrs
Teatro Caupolican

El León y el Burro

Por unanimidad, el león fue nombrado Emperador de la Selva. Al comienzo, el digno cargo lo llenó de orgullo, pero a los pocos días se angustió. En todos los claros y rincones estallaban crueles batallas. Nadie podía caminar con seguridad por los senderos. Al caer el sol, los animales se encerraban temblando en sus madrigueras.
Muchas especies habían dominado el secreto del fuego y mantenían brasas ardientes dispuestas a quemar la selva si fuera preciso, aunque la mayor parte de sus habitantes pereciera... El Emperador llamó al burro, su Primer Ministro. Lloró amargamente junto a una de sus largas orejas. “¡Mi fiel colaborador, nunca tendré fuerzas para solucionar tan enorme problema! ¡Vamos hacia la destrucción!”
El burro, con gran esfuerzo, pensó y luego dijo:
“Querido amo, si usted no llega a resolver un problema inmenso, trate por lo menos de resolver un problema pequeño, que esté al alcance de sus fuerzas. ¿Puede ordenar la selva entera?” “¡No!”
“Trate entonces de ordenar el área en la que usted vive.”
“¡No puedo —contestó el león
— porque hay tantas envidias en mi corte que no logro organizar un ejército!”
“¡Entonces, ordene su corte!”
“¡Imposible! ¡Hay tales disputas en mi propia familia que no tengo tiempo de pensar en otras cosas!”
“¡Entonces, oh Majestad, solucione los problemas de su familia!”
“¡No puedo, pedazo de burro, porque yo mismo me debato entre las ansias de servir a mi pueblo y el deseo voraz de comérmelo!” Y la fiera saltó sobre su Primer Ministro.
El burro, mientras era devorado, pensó: “Esto me pasa por tratar de mejorar al león antes que a mí mismo”.